Ãëàâíàÿ Îáðàòíàÿ ñâÿçü

Äèñöèïëèíû:

Àðõèòåêòóðà (936)
Áèîëîãèÿ (6393)
Ãåîãðàôèÿ (744)
Èñòîðèÿ (25)
Êîìïüþòåðû (1497)
Êóëèíàðèÿ (2184)
Êóëüòóðà (3938)
Ëèòåðàòóðà (5778)
Ìàòåìàòèêà (5918)
Ìåäèöèíà (9278)
Ìåõàíèêà (2776)
Îáðàçîâàíèå (13883)
Ïîëèòèêà (26404)
Ïðàâîâåäåíèå (321)
Ïñèõîëîãèÿ (56518)
Ðåëèãèÿ (1833)
Ñîöèîëîãèÿ (23400)
Ñïîðò (2350)
Ñòðîèòåëüñòâî (17942)
Òåõíîëîãèÿ (5741)
Òðàíñïîðò (14634)
Ôèçèêà (1043)
Ôèëîñîôèÿ (440)
Ôèíàíñû (17336)
Õèìèÿ (4931)
Ýêîëîãèÿ (6055)
Ýêîíîìèêà (9200)
Ýëåêòðîíèêà (7621)


 

 

 

 



El viaje desde el andén nueve y tres cuartos 9 ÷àñòü



—Siempre y cuando no te borren a ti del terreno de juego —dijo Hermione.

 

 

Sin embargo, a medida que se acercaba el día del partido, Harry se ponía más nervioso, pese a todo lo que le había di­cho a sus amigos. El resto del equipo tampoco estaba dema­siado tranquilo. La idea de alcanzar a Slytherin en el torneo de la casa era maravillosa, nadie lo había conseguido en sie­te años, pero ¿podrían hacerlo con aquel árbitro tan parcial?

Harry no sabía si se lo imaginaba o no, pero veía a Snape por todas partes. Por momentos, hasta se preguntaba si Sna­pe no lo estaría siguiendo para atraparlo. Las clases de Pociones se convirtieron en torturas semanales para Harry, por la forma en que lo trataba Snape. ¿Era posible que Snape su­piera que ellos habían averiguado lo de la Piedra Filosofal? Harry no se imaginaba cómo podía saberlo... aunque algunas veces tenía la horrible sensación de que Snape podía leer los pensamientos.

 

 

Harry supo, cuando le desearon suerte en la puerta de los vestuarios, la tarde siguiente, que Ron y Hermione se pre­guntaban si volverían a verlo con vida. Aquello no era lo que uno llamaría reconfortante. Harry casi no oyó las palabras de Wood, mientras se ponía la túnica de quidditch y cogía su Nimbus 2.000.

Ron y Hermione, entre tanto, encontraron un sitio en las gradas, cerca de Neville, que no podía entender por qué esta­ban tan preocupados, ni por qué llevaban sus varitas al par­tido. Lo que Harry no sabía era que Ron y Hermione habían estado practicando en secreto el Maleficio de las Piernas Unidas. Se les ocurrió la idea cuando Malfoy lo utilizó con Neville, y estaban listos para utilizarlo con Snape, si daba al­guna señal de querer hacer daño a Harry

—No te olvides, es locomotor mortis —murmuró Hermio­ne, mientras Ron deslizaba su varita en la manga de la túnica.

—Ya lo sé —respondió enfadado—. No me des la lata.

Mientras tanto, en el vestuario, Wood había llevado aparte a Harry

—No quiero presionarte, Potter; pero si alguna vez nece­sitamos que se capture en seguida la snitch, es ahora. Ne­cesitamos terminar el partido antes de que Snape pueda fa­vorecer demasiado a Hufflepuff.

—¡Todo el colegio está allí fuera! —dijo Fred Weasley, es­piando a través de la puerta—. Hasta... ¡Vaya, Dumbledore ha venido al partido!

El corazón de Harry dio un brinco.

—¿Dumbledore? —dijo, corriendo hasta la puerta para asegurarse. Fred tenía razón. Aquella barba plateada era in­confundible.

Harry tenía ganas de reírse a carcajadas, del alivio que sentía. Estaba a salvo. No había forma de que Snape se ani­mara a hacerle algo si Dumbledore estaba mirando.

Tal vez por eso Snape parecía tan enfadado mientras los equipos desfilaban por el terreno de juego, algo que Ron tam­bién notó.

—Nunca vi a Snape con esa cara de malo —dijo a Her­mione—. Mira, ya salen. ¡Eh!

Alguien había golpeado a Ron en la parte de atrás de la cabeza. Era Malfoy.

—Oh, perdón, Weasley, no te había visto.

Malfoy sonrió burlonamente a Crabbe y Goyle.

—Me pregunto cuánto tiempo durará Potter en su escoba esta vez. ¿Alguien quiere apostar? ¿Qué me dices, Weasley?

Ron no le respondió: Snape acababa de pitar un penalti a favor de Hufflepuff, porque George Weasley le había tirado una bludger. Hermione, que tenía los dedos cruzados sobre la falda, observaba sin cesar a Harry, que circulaba sobre el juego como un halcón, buscando la snitch.

—¿Sabéis por qué creo que eligen a la gente para la casa de Gryffindor? —dijo Malfoy en voz alta unos minutos más tarde, mientras Snape daba otro penalti a Hufflepuff, sin ningún motivo—. Es gente a la que le tienen lástima. Por ejemplo, está Potter; que no tiene padres, luego los Weasley, que no tienen dinero... Y tú, Longbottom, que no tienes cerebro.

Neville se puso rojo y se volvió en su asiento para enca­rarse con Malfoy

—Yo valgo por doce como tú, Malfoy —tartamudeó.

Malfoy, Crabbe y Goyle estallaron en carcajadas, pero Ron, sin quitar los ojos del partido, intervino.

—Así se habla, Neville.

—Longbottom, si tu cerebro fuera de oro serías más po­bre que Weasley, y con eso te digo todo.

La preocupación por Harry estaba a punto de acabar con los nervios de Ron.

—Te prevengo, Malfoy... Una palabra más...

—¡Ron! —dijo de pronto Hermione—. ¡Harry...!

—¿Qué? ¿Dónde?

Harry había salido en un espectacular vuelo, que arran­có gritos de asombro y vivas entre los espectadores. Hermio­ne se puso de pie, con los dedos cruzados en la boca, mientras Harry se lanzaba velozmente hacia el campo, como una bala.

—Tenéis suerte, Weasley, es evidente que Potter ha visto alguna moneda en el campo —dijo Malfoy

Ron estalló. Antes de que Malfoy supiera lo que estaba pasando, Ron estaba encima de él, tirándolo al suelo. Neville vaciló, pero luego se encaramó al respaldo de su silla para ayudar.

—¡Vamos, Harry! —gritaba Hermione, subiéndose al asiento para ver bien a Harry, sin darse cuenta de que Mal­foy y Ron rodaban bajo su asiento y sin oír los gritos y golpes de Neville, Crabbe y Goyle.

En el aire, Snape puso en marcha su escoba justo a tiem­po para ver algo escarlata que pasaba a su lado, y que no cho­có con él por sólo unos centímetros. Al momento siguiente Harry subía con el brazo levantado en gesto de triunfo y la mano apretando la snitch.

Las tribunas bullían. Aquello era un récord, nadie recor­daba que se hubiera atrapado tan rápido la snitch.

—¡Ron! ¡Ron! ¿Dónde estás? ¡El partido ha terminado! ¡Hemos ganado! ¡Gryffindor es el primero! —Hermione bai­laba en su asiento y se abrazaba con Parvati Patil, de la fila de delante.

Harry saltó de su escoba, a centímetros del suelo. No po­día creerlo. Lo había conseguido... El partido había termina­do y apenas había durado cinco minutos. Mientras los de Gryffindor se acercaban al terreno de juego, vio que Snape aterrizaba cerca, con el rostro blanco y los labios tirantes. Entonces Harry sintió una mano en su hombro y, al darse la vuelta, se encontró con el rostro sonriente de Dumbledore.

—Bien hecho —dijo Dumbledore en voz baja, para que sólo Harry lo oyera—. Muy bueno que no buscaras ese espe­jo... que te mantuvieras ocupado... excelente...

Snape escupió con amargura en el suelo.

 

 

Un rato después, Harry salió del vestuario para dejar su Nim­bus 2.000 en la escobera. No recordaba haberse sentido tan contento. Había hecho algo de lo que podía sentirse orgullo­so. Ya nadie podría decir que era sólo un nombre célebre. El aire del anochecer nunca había sido tan dulce. Anduvo por la hierba húmeda, reviviendo la última hora en su mente, en una feliz nebulosa: los Gryffindors corriendo para llevarlo en andas, Ron y Hermione en la distancia, saltando como lo­cos, Ron vitoreando en medio de una gran hemorragia nasal...

Harry llegó a la cabaña. Se apoyó contra la puerta de madera y miró hacia Hogwarts, cuyas ventanas despedían un brillo rojizo en la puesta del sol. Gryffindor a la cabeza. Él lo había hecho, le había demostrado a Snape...

Y hablando de Snape.

Una figura encapuchada bajó sigilosamente los escalo­nes delanteros del castillo. Era evidente que no quería ser visto dirigiéndose a toda prisa hacia el bosque prohibido. La victoria se apagó en la mente de Harry mientras observaba. Reconoció a la figura que se alejaba. Era Snape, escabullén­dose en el bosque, mientras todos estaban en la cena... ¿Qué sucedía?

Harry saltó sobre su Nimbus 2.000 y se elevó. Deslizán­dose silenciosamente sobre el castillo, vio a Snape entrando en el bosque. Lo siguió.

Los árboles eran tan espesos que no podía ver adónde había ido Snape. Voló en círculos, cada vez más bajos, rozan­do las copas de los árboles, hasta que oyó voces. Se deslizó hacia allí y se detuvo sin ruido, sobre un haya.

Con cuidado se detuvo en una rama, sujetando su escoba y tratando de ver a través de las hojas.

Abajo, en un espacio despejado y sombrío, vio a Snape. Pero no estaba solo. Quirrell también estaba allí. Harry no podía verle la cara, pero tartamudeaba como nunca. Harry se esforzó por oír lo que decían.

—... n-no sé p-por qué querías ver-verme j-justo a-aquí, de entre t-todos los l-lugares, Severus...

—Oh, pensé que íbamos a mantener esto en privado —dijo Snape con voz gélida—. Después de todo, los alumnos no deben saber nada sobre la Piedra Filosofal.

Harry se inclinó hacia delante. Quirrell tartamudeaba algo y Snape lo interrumpió.

—¿Ya has averiguado cómo burlar a esa bestia de Ha­grid?

—P-p-pero Severus, y-yo...

—Tú no querrás que yo sea tu enemigo, Quirrell —dijo Snape, dando un paso hacia él.

—Y-yo no s-sé qué...

—Tú sabes perfectamente bien lo que quiero decir.

Una lechuza dejó escapar un grito y Harry casi se cae del árbol. Se enderezó a tiempo para oír a Snape decir:

—... tu pequeña parte del abracadabra. Estoy esperando.

—P-pero y-yo no...

—Muy bien —lo interrumpió Snape—. Vamos a tener otra pequeña charla muy pronto, cuando hayas tenido tiem­po de pensar y decidir dónde están tus lealtades.

Se echó la capa sobre la cabeza y se alejó del claro. Ya es­taba casi oscuro, pero Harry pudo ver a Quirrell inmóvil, como si estuviera petrificado.

 

 

—¿Harry, dónde estabas? —preguntó Hermione con voz aguda.

—¡Ganamos! ¡Ganamos! ¡Ganamos! —gritaba Ron al tiempo que daba palmadas a Harry en la espalda—. ¡Y yo le puse un ojo negro a Malfoy y Neville trató de vencer a Crabbe y Goyle él solo! Todavía está inconsciente, pero la señora Pomfrey dice que se pondrá bien. Todos te están esperando en la sala común, vamos a celebrar una fiesta, Fred y George robaron unos pasteles y otras cosas de la cocina...

—Ahora eso no importa —dijo Harry sin aliento—. Va­mos a buscar una habitación vacía, ya veréis cuando oigáis esto...

Se aseguró de que Peeves no estuviera dentro antes de cerrar la puerta, y entonces les contó lo que había visto y oído.

—Así que teníamos razón, es la Piedra Filosofal y Snape trata de obligar a Quirrell a que lo ayude a conseguirla. Le preguntó si sabía cómo pasar ante Fluffy y dijo algo sobre el «abracadabra» de Quirrell... Eso significa que hay otras co­sas custodiando la Piedra, además de Fluffy, probablemente cantidades de hechizos, y Quirrell puede haber hecho algu­nos encantamientos anti-Artes Oscuras que Snape necesita romper...

—¿Quieres decir que la Piedra estará segura mientras Quirrell se oponga a Snape? —preguntó alarmada Hermione.

—En ese caso no durará mucho —dijo Ron.

 

 



Ïðîñìîòðîâ 528

Ýòà ñòðàíèöà íàðóøàåò àâòîðñêèå ïðàâà




allrefrs.su - 2024 ãîä. Âñå ïðàâà ïðèíàäëåæàò èõ àâòîðàì!